Un puente, fue con sus amigos, a una casa rural. Uno de los días después de hacer una caminata, se sentó en una explanada a tomar un bocadillo, cuando de repente oyeron a alguien que decía…
¡Ayuda, Socorro! los chicos al oír aquella voz empezaron a mirar para un lado y para otro, pero no vieron a nadie, así que siguieron tomándose el bocadillo. Pero de repente volvieron a oír, socorro, ayuda, ¿es que nadie me oye?
Álvaro no se lo pensó les dijo a su amigos que ahora volvía, cogió su bicicleta y se fue siguiendo la voz.
De repente Álvaro vio que a lo lejos unos señores estaban talando un árbol y se dio cuenta de que los gritos, venían de debajo del árbol. Álvaro se acerco a los señores y les dijo: oigan no oyen esos gritos ¡ayuda, ayuda, socorro! Los señores y Álvaro levantaron el árbol, y vieron que debajo de el vivía un duende.
Al verlo Álvaro se sorprendió mucho, porque el solo había visto duendes en los cuentos. Este al ver la bicicleta de Álvaro pidió, que le acercara a casa de su hermana que vivía en el pueblo de al lado.
Álvaro le acerco y volvió con sus amigos.
El puente transcurrió con rapidez y llego el día de volver a casa. Así que aquella mañana Álvaro se dedico a buscar al duende para decirle adiós pero no le encontró. Entonces Álvaro pensó que el duende había sido fruto de su imaginación.
De camino a Madrid pasaron por una gasolinera para echar gasolina al coche y Álvaro pudo por un momento ver al duende que le decía adiós con la mano.
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